jueves, 24 de febrero de 2011

La justa balanza.

¿Tiene el corazón motivos que la razón no entienda? Sí que hay motivos que la razón no entiende, para eso hacen falta leyes.


La razón y las pasiones, un tema tratado por muchos filósofos a los largo de la historia, por ser desde siempre, características capaces de ofrecerle al ser humano aquello que desea, de diferentes formas, y en sentidos distintos, pero ambas le llevan a conseguir fines que ofrecen esos instantes de euforia que nos proporcionan felicidad, sentimiento de bienestar o autorrealización personal. La inmensa mayoría de las veces, al indagar en la relación existente entre razón y pasiones, e intentar definir cuál es aquella que debe tomar el ser humano por guía o si deben complementarse entre sí, aludimos el ser individual, por tratarse de características propias de cada individuo, y ser estos distintos entre sí. Teniendo presente que, a pesar de nuestra individualidad vivimos en sociedad, ya sea por naturaleza como afirma Aristóteles, por un pacto entre individuos como defiende Hobbes, o bien por un proceso evolutivo cuyo fin es la sociedad como argumenta Hegel, se da, y vemos que el ser humano no vive aislado, primero porque no sobreviviría, y segundo porque está dotado de razón y necesita otros seres semejantes a él con quien poder ejercitarla. 

Por el simple hecho de vivir en sociedad necesitamos normas, para evitar que en un momento de rabia o histeria, movidos por nuestros primarios instintos, pongamos fin a la vida de un familiar, amigo, o vecino. Estas leyes por tanto, no deben contemplar los instintos, deben ser enteramente racionales ya que los seres humanos no siempre lo somos. 

Aplicando la relación existente entre razón y pasiones, o instintos, a la política y a las leyes que nos rigen, observamos por qué éstas deben apelar en todo momento a la razón. Primero y ante todo, porque la razón es universal y no tiene en cuenta individualismos propios de los humanos, que a pesar de ser fundamentales y necesarios para el hombre, no tienen lugar en leyes que incumben a un colectivo, como afirma Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, porque deberían contemplarse todos y cada una de las particularidades, y lograr que todas ellas cohesionadas, no se contradigan, un fin, como todos sabemos irrealizable por el mero hecho de que un mismo ser humano es incapaz de liberarse por completo de sus contradicciones, luego es inconcebible que varios lo hagan y menos aún que todos lo consigamos. Es materialmente imposible, debido a que los sentimientos de cada ser humano y sus convicciones son la mayoría de las veces opuestas, de esta forma, el matrimonio homosexual es un claro ejemplo de la irracionalidad de los sentidos, ya que produce un rechazo completo en algunos sectores de la sociedad, mientras que es plenamente aceptado por otros. Así, este es un aspecto inconciliable desde el punto de vista personal, individual y siempre subjetivo, es perfectamente razonable afirmar que siempre y cuando esta unión no perjudique a cualquier otro individuo, debe ser legal, puesto que de lo contrario, suprimiríamos la libertad que todo ciudadano debe tener. Con este ejemplo vemos que las leyes, atendiendo a los instintos son inviables. 

Las leyes, deben restringir todo aquello que dañe al colectivo, sin moderar aquello que no lo haga, no limitando la libertad personal de cada individuo.

Todos debemos tener la libertad de elegir la vida que nos plazca, y vivirla a nuestro antojo, para conseguir lo que todo ser humano desea obtener, la quimera de la felicidad, esa felicidad que, como Aristóteles afirmaba, es el fin último de todo hombre. Pero existe el inconveniente de la subjetividad, así cada uno puede conseguir ser feliz de una forma muy distinta, por tanto, no existe un perfecto acuerdo donde haya unos criterios que nos sean útiles a todos. Pero es justo ahí donde está la clave, nosotros los humanos no somos completamente racionales, es imposible eliminar los instintos para dejar actuar completamente a la razón, ya lo dijo Nietzsche, y afirmó que dentro de su racionalidad, el hombre se sentía desdichado, y que sólo liberándose de ella, y entregándose a los instintos, podía conseguir vivir plenamente la vida, y disfrutarla. Y lo hará, el ser humano podrá entregarse a sus instintos si así lo desea, ya que el estado ideal tendría que ofrecer unas leyes que le permitieran hacerlo, unas leyes mínimas, que contemplen el mínimo necesario, dejando total libertad al hombre para actuar en su vida personal.

Más, la cuestión fundamental está, ¿podemos conseguir ese estado con leyes totalmente racionales? Hoy en día, no. Estamos en el camino adecuado pero hemos de reconocer que nuestras leyes no son cien por cien racionales, todos sabemos que apelan a las pasiones humanas, a los sentimientos nacionales… Así en los procesos electorales se resalta ese sentimiento de pertenencia, de superioridad del grupo ante cualquier otro, y la sociedad quiere oír que es mejor que las demás, sin querer asimilar que en realidad no hay mejores ni peores, no hay buenos ni malos, no existe la forma correcta de vivir la vida, la perfecta conducta etc… Nada de eso existe… al final todo se reduce a nuestra existencia en relación con el mundo, y nos damos cuenta (algunos) de cuán insignificantes somos y cuánta importancia nos damos sin ser en realidad más que una gota en el océano, en comparación con el mundo, o menos que una partícula de polvo en relación con el universo… Por lo tanto, problemas como la identidad nacional cuyo fin es unir individuos de una misma índole, crean guetos cerrados de países que impiden la igualdad de naciones y por tanto la igualdad entre seres humanos no a nivel personal, opiniones o creencias, si no, en cuanto a derechos, dignidad, etc… Y son ideas ya de por sí irracionales, debido a que no hay ningún ser humano superior a los demás. Evitemos si es posible, volver a caer en una política como las que Hitler, Franco o Sarkozy forjaron tomando precisamente estas ideas como pilares de sus ideologías. Es por tanto este sentimiento de exaltación el que hace que nos sintamos diferentes cuando eso es racionalmente imposible.

No podemos además, conseguir actualmente una legislación completamente racional porque hemos de tener en cuenta otro factor determinante a la hora de establecer estas leyes, y es la cultura. Culturalmente, muchas acciones racionales tienen tabúes, muchos actos que no incurren contra ningún derecho y no perjudican a nadie están en el filo de la navaja, y de aceptarlos el estado por ser racionales, consecuencia de toda la represión sufrida a lo largo de la historia, y de toda la connotación negativa que tienen en la actualidad, podrían provocar una auténtica revolución e insurrección contra el estado. Y todo eso, a pesar de su racionalidad. Debemos por tanto, suprimir los aspectos culturales de índole identitario, por las razones anteriormente expuestas al igual que los de ente religioso, que son los más irracionales e influyentes, por llevar siglos de peso en la sociedad, por conseguir inculcar ese sentimiento de culpa ante cualquier acción que ofrezca autonomía moral, satisfacción personal o placer físico. La religión como afirma Nietzsche, promete un imposible, y esclaviza a la humanidad en el proceso. Es un claro ejemplo de las doctrinas más irracionales porque defiende imposibles, incluso contradictoria dentro de su irracionalidad. Así se manifiesta en contra de leyes como la del aborto, porque consideran que esa célula es portadora de alma, y por tanto un ser humano, cuando no sabemos ni tan siquiera en que momento la poseemos, o si ésta realmente existe. 

Me reitero por tanto en mi anterior afirmación, y recalco que eliminando de las leyes estos callejones sin salida que no conducen a ninguna parte y cuyo único fin es impedir el progreso, podríamos establecer ese utópico estado con leyes completamente racionales, que nos acercarían a todos a una mayor libertad, donde se nos permitiera explotar nuestras capacidades, para conseguir así encontrar aquello que mueve nuestro ser, y podríamos obtener de esta forma cada uno a su manera, apelando a sus instintos o su propia razón, un crecimiento personal, que es inasequible, hoy en día, con las limitaciones culturales existentes en el sistema social, premisas que impiden desarrollar una conciencia individual que se revele contra movimientos de índole religiosa notoriamente restrictiva. Propongo por tanto, un estado utópico, apelando al ideal de libertad que Nozick propone en su obra Anarquía, estado y utopía, donde defiende un Estado mínimo, "limitado a las estrechas funciones de protección contra la fuerza, el robo, el fraude, el cumplimiento de los contratos, etc." Ya que en aquel momento en que Estado asuma mayores responsabilidades que estas, argumenta Nozick, se violarán derechos como la libertad individual de todo ser humano.

Si poseemos unas leyes óptimas en racionalidad, que además excluyan factores de culturales con connotación negativa, que no posean una base racional que los sostenga, y que además no incurran contra el individualismo personal conseguiremos ese estado óptimo de bienestar emocional y social.


Bifurcaciones.
M.F.P.

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