miércoles, 2 de marzo de 2011

Mentes.

son una auténtica escuela de Atenas.

Muchas cosas han perdido sentido. En realidad creo que nunca lo tuvieron, pero me empeñaba constantemente en convencerme de que sí. Me imponía un idealismo para no caer en una visión pesimista de la cruda realidad. Pero inflar un globo con fantasía hace que explote. Y cuando explota todo se esparce, y sólo quedan restos de un globo roto, restos de un mundo de fantasía, mucho menos que basura. Piezas amorfas sin sentido, inconciliables entre ellas, trozos de una realidad inexistente. Una de mis estrellas se define como realista, tomando por argumento el hecho de que es mejor vivir en un mundo real, por muy cruda que sea esta realidad que engañado. Ahora entiendo sus palabras, las experimento de primera mano. El idealismo te lleva a dar de bruces con las más desencarnadas decepciones. Te lleva al fin y al cabo a un realismo puro y duro, la diferencia entre él y yo, es que él no se lleva decepciones porque no se engaña a sí mismo, yo sí. Y son muy espeluznantes, tanto que ya no quiero inflar otro globo, prefiero guardarme el aliento para mí y mis astros. Kerouac es increíble, es todo un rompecabezas, un rompecabezas muy difícil de componer. Según él, es imposible cuadrar las piezas, así lleva mucho tiempo. El hecho de que no cuadren le da aún más luz, incrementan su brillo y hacen que destaque más aún. Y es curioso, porque quiere destacar en el anonimato, pasar por el mundo sin llamar la atención, y que sólo se fijen en el aquellos que valen la pena conocer. Tendrá de seguro las típicas manías extrañas dentro de la normalidad aplastante del mundo encadenante. Tonterías como las de Alba, rasgos propios de la persona, cosas que nadie consigue destacar, de las que todos somos participes pero no les damos importancia, cosas muy simples pero a la vez fascinantes. 

A Alba le gusta el té. Y le fascina ver el agua hervir en el microondas. Ya ves que tontería, pero es un hecho enteramente suyo, le caracteriza, destaca más aún su particularidad. Es curioso, porque le gusta el té y le gusta el verano. Sin embargo el té caliente, con el agua hirviendo es típico de un invierno gélido. Aunque claro, Alba es de todo menos típica. Últimamente supone para mí un escape de la realidad, una evasión, un mundo de fantasía, un mundo para el cuál no me hace falta inflar el globo, este se retroalimenta sin llegar a estallar. Y no estalla porque no hay engaño de por medio, Alba tiene genialidad y rareza, Alba tiene lo que el mundo no. Supone a día de hoy, tras la desintegración del mundo de fantasía, un analgésico, un estimulante, una droga, una visión de futuro despreocupada y brillante, promesa de un futuro lleno de luz. Idealismo otra vez pensaréis, pues no. Porque se hace a conciencia, teniendo el trasfondo realista detrás. Las inconcluencias idealistas diarias son drogas, porque es precisamente esa la función que les asignamos, lo que buscamos, una evasión momentánea e insostenible, un soñar despiertos siendo conscientes que no es más que un sueño. Divagar, eso lo que hacemos últimamente.

Divagar, perderte en tus pensamientos, dar vueltas en círculos sin poder avanzar. Y entonces te encuentras por casualidad a Igor, o quizás no es casualidad. Tal vez tu subconsciente, asumiendo que no vas a llegar a una conclusión hace que le busques, que le busques para sacar algo en claro, o para seguir dando vueltas y salirte por la tangente. Igor es eso, una dosis de realidad, un giro de 180º, una inconcluencia, una salida por la tangente, porque siempre acabo con la sensación de no sacar nada en claro, siempre ver como le da la vuelta a las cosas y no a tu gusto precisamente. Siempre acabar yéndote por las ramas, y que al darte cuenta estés en un ambiente que nada tenía que ver con el origen, es como una evolución, pero una evolución  hacia el infinito, sin principio ni fin. Lapsos, momentos imposibles de encadenar, conversaciones que no se pueden enlazar, es un paseo hacia ningún sitio, o hacia todos a la vez. Porque Igor es precisamente eso, es un universo, un andar a tientas, no sabes donde vas a acabar, a pesar de tener muy claro por donde quieres empezar y cual es el camino que deseas seguir. Es un andar sin meta, caminar por el simple gusto a caminar, solo por hacer kilómetros, por recorrerlos. Pero me gusta hacerlo, es otra evasión, dar vueltas y conocer muchos mundos, contradecirte y sentir que te ha ganado en tu propio terreno, reconocer que tienes mucho que aprender para igualar la situación y que te divierta esa derrota. Te gana, Igor te gana en tu propio terreno, y no te queda más remedio que reírte, pero el caso es que después de cada derrota te invade el deseo de volver a empezar, de sacar un as de la manga y tomar otro de los mil caminos que hay desde el punto en el que te encuentras, caminos te llevan hacia mil más, pero esa es la gracia, que nunca se acaban. Y es clave para el hombre que siempre hayan caminos, es fundamental que no se acaben. En este plano, con Igor hay caminos de sobra.

Cadenas con sabor a libertad.
M.F.P.

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