martes, 1 de marzo de 2011

naturaleza.

la bisectriz de un ángulo humano.


Una gélida tarde de invierno. 
(...) 
Sobran las palabras, las emociones hablan por sí solas... 
El hecho de tener tu cara a escasos centímetros de la mía, acelera el ritmo del corazón.
Las miradas expresan una mutua pasión hasta entonces refrenada.

Frío, una cabaña, una chimenea, y una alfombra...

Un cuerpo tumbado boca abajo y desnudo. Acaricio tu espalada, observando mis dedos moverse con lentitud, iluminados por ese color rojizo que proyecta el fuego... también me fijo en su sombra.

Me acerco a tu cuello. Mis labios prosiguen su recorrido por ese cuerpo que tan familiar me resulta en aquel instante. Mis manos se acoplan a cada una se tus curvas. La electricidad puede sentirse en el aire... 

Los besos son cálidos, húmedos, y apasionados... 
Bajo por tu espalda despacio, recorriendo cada centímetro de tu piel, saboreando cada instante a tu lado... Despacio, con extremada suavidad y delicadeza, lamo la superficie de tu cuerpo. Me embriago con el perfume de tu piel. Caricias. 
Escucho tu respiración entrecortada y siento tu cuerpo arquearse con cada beso, con cada roce... Te siento con los cinco sentidos, todos ellos agudizados al máximo, y así... disfruto cada segundo como si fuera el último de mi vida. 

Tu gimes de puro placer. Empieza en la nuca, algo similar a una corriente eléctrica y recorre tu espalda... se dispersa por todos y cada uno de tus nervios. Muerdes tu mano con exasperación intentando ahogar el profundo gemido que asomaba a tus labios. Tu espalda de arquea... 

Sentir tu piel vibrando bajo mis manos hace que mi cuerpo reaccione, induciéndome a amarte con pasión desenfrenada... Un intento de control.

La palma de mi mano envuelve tu mejilla. La otra busca una mano, entrelazando mis dedos con los tuyos. Nuestras miradas se encuentran. Me pierdo unos instantes en la profundidad del verde de tus ojos, sedientos de deseo. Tienes la misma mirada sincera y desafiante de siempre. Aquella que permite ver tu alma, pero no siempre entenderla. Aquella que tanto acerca a ti, y a la vez te hace permanecer tan lejos.

Mis ojos se posan en tus labios, pequeños y apetecibles. Instintivamente me acerco. Un beso. Un beso que vivifica mis sentidos. Excitación. La voluntad vence las barreras impuestas, escapa a mi control. 

Mi boca sedienta busca tu piel. Mis manos recorren los laterales de tu torso. Observo satisfecha tu cuerpo reaccionar a todas y cada una de mis caricias, como se estremece a mi contacto. 
(...)
La presión aumenta, el ritmo de tu respiración se acelera y tu cuerpo se arquea. Bajo hasta llegar al ombligo, rozando tu piel con los labios... Siento tus dedos enredados en mi cabello, acariciando mi nuca, mis hombros... Este contacto cálido me eriza la piel, e incrementa mi deseo. 

No quiero precipitarme, necesito tiempo para disfrutar de la magia de todo aquello. Suspiros de placer. 

Separo los labios de tu piel. Te miro. Observo tu cuerpo, completamente sumiso al placer que le proporciono. Complacida, sigo bajando lentamente. 

Un roce de labios bajo tu ombligo, te miro, y sigo bajando.
Lamo tu vientre, te miro, y sigo bajando. 
Un soplo de aire cálido sobre tu piel, te vuelvo a mirar,  y sigo bajando. 
Tensión.


Cadenas con sabor a libertad.
M.F.P.

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