martes, 28 de junio de 2011


Sólo puedo ver cómo quieren embotellar ese alma libre. Me giro y observo cómo intentan atraerlo hacia la botella, engañándolo cuál niño al que le ofreces caramelos. Me dolería mucho verla presa sin poder volar. Tanto que o me alejaría para dejar de contemplar tan infausto espectáculo o me acercaría más que nunca a esta botella para hacerla añicos y liberar ese esencia que encierra. No te engañes, el recipiente no te protege ni mucho menos. Ese aislamiento no hará que te recompongas, sólo te atará. Y tú no sabes (no debes) vivir cautiva, eres un alma libre. 

Mensajes ambiguos. ¿Por qué no damos una respuesta tajante? Porque no querremos cerrar puertas, eliminar posibilidades. No es lo que deseamos, pero en el caso de que no obtengamos lo que realmente necesitamos, siempre tendremos la posibilidad de... ¿Pero esa posibilidad nos hará realmente felices? Todos conocemos la respuesta. No. No nos proporcionará ni felicidad, ni satisfacción, ni crecimiento personal, ni nada. No podrá ofrecernos absolutamente nada porque no es lo que queremos, lo que anhelamos. Y nos encontraremos a nosotros mismos buscando en la posibilidad todos los rasgos de lo que en realidad queremos, y no los encontraremos. Vemos pues que esto sólo puede aportarnos resignación, desdicha y un continuo deseo insatisfecho. ¿Porque no enfocamos todos nuestros esfuerzos a conseguir lo que queremos? ¿Porque no nos volcamos al cien por cien? ¿Porque damos algo por perdido antes de haberlo conseguido? Por miedo, por cansancio, por comodidad, para no sufrir... son muchas las respuestas, pero llegará un momento en el que todo esto desaparecerá, porque todos sabemos que las emociones desaparecen con el tiempo, y lo único que nos encontraremos será esa ausencia. Y vagaremos por el mundo buscando un algo que no sabemos que es, hasta que nos daremos cuenta de que en todo buscamos rasgos de lo que un día quisimos y perdimos. Lo que realmente buscamos es precisamente eso. ¿Podremos vivir con ello?


Metamorfosis
M.F.P.

lunes, 27 de junio de 2011


"C'est la vie." Odio esa expresión. Mucho. Muchísimo. Me parece una forma de excusarse de todo lo que acontece a nuestro alrededor, cómo si todo estuviera ya maquinado de antemano, cómo si nada pudiéramos hacer. Es una forma de resignarse ante la vida, y sé la persona que la utiliza es consciente de que somos nosotros quien decidimos dar cada uno de los pasos que nos acerca a nuestras metas. Hoy he escuchado demasiadas cosas que ya intuía pero prefería no asimilar. Me he estado cegando intencionadamente. Lo siento, pero no puedo asumirlo. No sé cómo. Por primera vez no sé cómo encajar un golpe, este golpe. Creo que vuelvo al estado de colapso mental. Todo entra atropelladamente en la cabeza, pero se queda en un punto estanco sin ir a ninguna parte para poder ser procesado. Colapso mental. O quizás colapso vital, quién sabe. A quién le interesa saberlo ya. Voy a dejar de intentar entenderlo porque no puedo. Odio que seamos incapaces de asimilar nuestros errores. Lo odio. Decide lo que quieras pero atente a las consecuencias. 


¿Que puedo hacer? Desaparecer o intentar que asuman las consecuencias a martillazos. El tiempo es un perfecto analgésico y la distancia un buen oxidante. Huir me parece una muy dulce salida. Además de fácil. Ahora me es más fácil que nunca huir. Odio también descubrir que se cumple lo que Schopenhauer decía: "Muchas veces las cosas no se le dan al que las merece más, sino al que sabe pedirlas con insistencia." Me parece triste, triste para el que las recibe por insistir y no por merecerlo. A la mierda los valores. ¿Para qué? Si no existen. Tú tienes los tuyos, pero es algo que no te aporta demasiado, sólo tienes las de perder. En este mundo sólo sobreviven las lagartijas. A pesar de todo voy a seguir con lo que soy hasta el final, lo llevaré al extremo aunque ello suponga mi perdición. Vivo porque creo en algo, porque defiendo algo. Vivo por algo. Si no tuviera unas convicciones viviría para saquear. Dije un día que jamás daría la vida por un ideal. Es cierto, no lo haría, pero los defenderé como mejor pueda porque los he forjado yo, y son parte de mí. 

Voy a borrar las huellas que conducen aquí. Quién conoce el camino puede seguir viniendo. Quien no lo ha recorrido, ya no podrá hacerlo. Ya no quiero que nadie lea esto, quizás Alba sí pero tampoco estoy segura. De momento voy a escribir sólo para mí. Necesito entender demasiadas cosas. O quizás deje de escribir. Intentaré volver a la autoculpable minoría de edad, espero saber cómo. Espero que sea posible. Un día hablé con Alba sobre esto, y también con Orión. Alba estuvo de acuerdo conmigo en que seguramente siendo mayor de edad te alejabas terriblemente de la felicidad. La ignorancia evita el dolor. Orión en cambio me dijo: "Ese dilema es grave, yo opino como tú, el conocimiento no lleva a la felicidad y el fin ultimo es ese. Elige entre vivir como una ignorante feliz, o como una profunda persona que no sabe si es feliz. Pero tu comprensión ayudará a otras personas (pocas) que conocerás, y entenderás como se sienten.

Voy a dejar de pensar por hoy porque no me gusta en absoluto el rumbo ni las conclusiones. Espero que el sueño me haga recapacitar y mañana decida hacer borrón y cuenta nueva. 

Aprecio que no me quieran cortar las alas y me dejen volar. Recorreré el mundo entero. Toda la atmósfera terrestre. Pero nunca sabré si he volado porque realmente quería volar o porque al darme la libertad para llevarlo a cabo he sentido la obligación de hacerlo.

Metamorfosis
M.F.P.

martes, 21 de junio de 2011


¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Porque no puedo alejarme sin más? ¿Porque no puedo embotellarlo todo y simplemente sentarme a observarlo como un espectador atento ante una representación monumental? ¿Porque conoce mis gestos? Así no se puede tener intimidad. Yo estudiaba su personalidad, y le conocía a fondo para poder adelantar cualquier necesidad, deseo, reacción, o conclusión y ya está. En el trato no entraba mi persona. Entre mi y el mundo debía seguir existiendo esa cortina de humo que no permitiera ver nada. Entre mí y todo el mundo, sin excepciones. No me molesta ser transparente para ella, o eso creo. Me resulta incómodo porque yo pierdo control sobre mi misma, sobre mis emociones, sobre todo. Ya no puedo decidir que mostrar y que no, porque se percata de ello antes de poder ocultarlo. Ya no puedo inventarme a mi antojo porque ya no puedo desechar nada a decisión. Cada vez los silencios son más largos, y mi respuesta a los interrogantes más tardía. Me quedo pensativa constantemente, me escondo dentro de mi misma para poder tomar allí las decisiones, oculta, intentando que no asome ninguna emoción. Que ningún gesto revele nada en mi rostro, nada de lo que llevo dentro. 

A pesar de todo me pilla desprevenida. Y no puedo más que decirle una verdad que ya conoce, pero que prefiere oír de mi boca. Es en esos instantes cuando me gustaría huir. No tener que contestar. No tener que poner las cartas sobre la mesa, porque quedarte a pecho descubierto en el campo de batalla te hace sentir vulnerable. Hoy creo que es la primera vez que me veo contra la pared. Nunca antes había contestado ninguna pregunta que yo no quisiera contestar. Mi capacidad de evitar el tema en cuestión y conseguir desviar la atención y el rumbo de todo era inmensurable. Llegaba a donde yo quería y cambia el rumbo cada vez que lo sentía necesario. No sé cómo pero hoy se me ha colado. No estaría en guardia, quién sabe. Pero no me gustó, no controlar mis circunstancias es cómo una jarra de agua fría en la cabeza. Mierda. ¿Como puede atravesar todas mis barreras? Habrá que reforzarlas. Sí, al irme le echaré de menos. Muchísimo. Que sea una de las razones por las que me quiera quedar, sin lugar a dudas. Pero no puedo depender de las personas, los lugares o el futuro, porque si algo desaparece todo lo demás caerá detrás. Estoy trabajando en ello. Nada de esto puede ser la base, yo debo ser todos y cada uno de mis pilares. Puede que esto me condene a la individualidad, o soledad. Puede, pero toda seguridad exige un sacrificio y depender de algo ajeno a ti es muy inseguro, es cómo volar sin paracaídas. Ya veré que hago.

No quiero ser la duda que aleje a nadie de su meta, de aquello que quiere. No quiero que mi paso por vidas ajenas cambie nada en ellas. Las personas van y vienen y no puedo asegurar mi eterna presencia. Ahora quiero estar aquí porque todo está en su justa medida. Esto es la perfecta combinación de todo. Es armonía y lo necesito. Y si algún día tengo que desaparecer lo haré en silencio, sin llamar la atención, e intentaré que nadie se percate de mi ausencia. Quiero que todo siga igual, irme cómo he llegado, por dónde he llegado y dejarlo todo como estaba antes de haber hecho acto de presencia. Y para ello necesito pasar desapercibida. 

Puede que a veces queramos cosas para las que no estemos preparados. Pienso que llegado ese momento, a pesar de saber que podemos conseguirlas, es mejor no pedirlas. Si llegan a mi, bendita mi suerte. Si pasan por mi lado, no se me ocurriría jamás girarme y hacerles desviarse de su rumbo para atraerlas a mí. Todo rumbo debe ser tomado por el capitán del barco a su antojo y parecer, no por peticiones de los camaradas.
Metamorfosis
M.F.P.

lunes, 20 de junio de 2011


Lo he llamado Metamorfosis porque va a suponer un cambio en todos los sentidos. En la forma de escribir porque voy a dejar las metáforas aparcadas, aunque todo esto no deja de ser una gran metáfora que ni tan siquiera yo sé lo real que es o deja de ser. Hablando de metáforas, en cuanto lea "La metaforología como forma de filosofía" seguramente podré acabar de perfilar esta pequeña sociedad, y definir así la relación que guarda o deja de guardar con la realidad. También va a suponer un cambio en el tono. Va a ser más sincero, no ocultará ninguna emoción. En cuanto a eso me gusta que sólo Alba se pasee por aquí, porque sé que ella, mejor que nadie puede entender cualquier necesidad por muy extraña que sea. Sólo ella puede entender como una necesidad natural el sentir una ciudad, sus calles, saborear su atmósfera y vagar por sus más recónditos rincones. Recuerdo que varias veces le enseñé el camino a Asia. Quería tenerla aquí, para que lo entendiera todo mejor, para que encontrara respuesta a los interrogantes que siempre dejo flotar en el aire. Me alegro mucho de que nunca decidiera salir a pasear para llegar hasta aquí. Ahora mismo me resultaría incómodo. Me resultaría incómodo porque ya no busco que nadie entienda nada, sólo quiero entenderlo yo todo. Es una forma de hablar conmigo misma y asimilar mis cambios. Y no quiero que gente muy cercana a mí siga mis progresos. Vivir en una gran ciudad es agradable porque nadie sabe quien eres, de dónde vienes o a dónde vas. Y resulta que ser un completo desconocido que vive entre desconocidos es muy cómodo. Seguro que Metamorfosis lleva más cambios aparejados, pero sé que irán saliendo por sí solos.

Metamorfosis
M.F.P.

domingo, 19 de junio de 2011


"¿Siempre has sido tan feliz?" La pregunta me pilló desprevenida. En ese instante me sentí desnuda, desprotegida, transparente. Si alguien hubiera mirado en mi interior hubiera visto todos los rincones de mi alma. Creo que no contesté. Respondí con una sonrisa y agradecí que nadie se percatara de la pregunta y siguieran con la conversación como si nada. Lo recuerdo todo borroso, en un continuo remolino, hasta tal punto me desequilibró la pregunta. En realidad no sé si alguien más la oyó, pero si lo hicieron no le dieron la menor importancia. Lo vi en su cara, se quedó mirándome unos instantes y lo preguntó con la mirada de aquel que ha aprendido como funciona la vida a base de chocarse con la pared. Me miró con una sonrisa en los labios, cómo diciendo que sabía cual era la razón de mi reciente y permanente felicidad. También se dio cuenta de que me había quedado al descubierto. Se rió y no insistió. Fue más bien una pregunta lanzada al aire para que yo lo meditara. Instintivamente quise mentir, decir "sí, siempre". Hacia muy poco vi un DVD de mi infancia. No esperé ver en absoluto lo que percibí. La cámara enfocó a una niña seria, con una sonrisa fingida, una postura recta, forzada y las manos en la espalda. La imagen me impactó porque no reflejaba en absoluto la felicidad que debería irradiar la inocencia infantil. Por eso nunca recuerdo mi infancia cómo la mejor época de mi vida. Por eso cada vez que le dicen a un niño disfruta mientras puedas porque en cuanto crezcas empezarán los problemas yo siempre me revindico, y defiendo que crecer es increíble, que la libertad que tengas cuando crezcas será la más dulce adquisición que tengas.

Este es el tipo de preguntas que nunca esperas que te hagan y que siempre te pillan por sorpresa. De hecho me ha vuelto a coger por sorpresa. Estudiando el eje cronológico del amor, la pregunta ha resonado con fuerza en mi cabeza, y la sensación ha sido la misma que la primera vez. No sé que la habrá hecho saltar, estaba leyendo sobre Casanova, un hombre que de niño fue abandonado por su madre, y al que siempre le negaron el cariño y el amor. Cuando llegó a la edad adulta conquistaba mujeres por doquier, y se interesaba por ellas hasta que quedaban completamente enamoradas. En ese instante, las abandonaba como lo abandonaron a él. Es una forma de vengarse del mundo, de la vida. Casanova nació en Francia, y simpatizó con Voltaire, y otros filósofos de la época. Vivía la vida sin visión de futuro alguna. Se desenvolvía de forma locuaz en cualquier contexto. Y al final de su vida dijo : "No lamento nada." Supongo que la relación entre amabas infancias ha sido lo que ha permitido que la pregunta volviera a hacer acto de presencia.

Ahora me pregunto, ¿es el amor lo que nos da esa felicidad? ¿la amistad quizás? ¿la libertad? o ¿el haber conseguido moldearnos a nosotros mismos a nuestro antojo? Quiero hablar un día del amor, nunca le he dedicado demasiadas lineas, y es muy complejo. En cuanto acabe el libro lo haré, así mi perspectiva será más amplia.

Metamorfosis
M.F.P.

sábado, 18 de junio de 2011


"Las vueltas que da la vida." Una expresión que utilizamos casi a diario, sin pensar en absoluto que la vida de ninguna vuelta, o sin haber percibido ninguna. Pero llega un momento en el que realmente te das cuenta de que todo ha dado un giro de 180º. No es la vida la que da vueltas, sino las circunstancias, las situaciones, las decisiones, las ideas... Lo que hoy era nuestra más férrea convicción, en cuestión de horas, se torna la más débil de todas, nuestro más ansiado deseo nos puede inspirar repulsión o rechazo, o nuestra mayor necesidad volverse innecesaria. ¿Porque esos cambios tan radicales? ¿Que nos mueve a necesitar exactamente lo opuesto? 

Estudiar la conducta humana es complicado. En un momento dado pensé que se podía hacer una ciencia de ello, pero ahora dudo que esto sea posible. Creo que encaja más en la metafísica, puesto que los seres humanos nos contradecimos continuamente, y a pesar de resultar relativamente predecibles, siempre está la libertad, esa libertad que no podemos saber que rumbo va a tomar. La ciencia se rige por verdades absolutas, y gracias a esto avanza. Los juicios sintéticos a priori son necesarios y universales, se cumplen siempre. En los seres humanos es imposible que estos juicios de cumplan siempre, basta con un simple cambio de opinión para que todo tome otro rumbo. Por lo tanto, no podemos avanzar nunca, estaremos dando vueltas continuamente, caminando en círculos, e incluso retrocediendo sobre nuestros pasos. 

A pesar de todo, lo seguiré intentando. Quizás estas mismas contradicciones sean parte de la ciencia humana, puesto que la ciencia debe ser como aquello que estudia. Si es absolutamente verdadero, la ciencia debe ser igual, sin embargo si el ser humano vive de su eterna contradicción, quizás la ciencia también se mueva en torno a esa contradicción.

Además de esto, tengo un añadido a esta ciencia, un experimento más. Trato de encontrar la certeza de las frases que todo gran filósofo dijo algún día y las situaciones reales. Quiero ver si realmente el amor nubla la razón, si la amistad es amor sin pasión, ver que hay gente que más vale que nos traicione que dudar de ella, que lo que más duele no es que te mientan, sino que a partir de ese momento ya no podremos confiar en ellos y muchas más cosas. Estas citas se contradicen entre ellas, y sin embargo aisladas se cumplen en su totalidad. Otra prueba más de la contradicción humana. Veremos que sale de todo esto. Tiene que ser algo grande. Seguro.

Metamorfosis
M.F.P.

viernes, 17 de junio de 2011


Las horas fluyen como el agua de un río. Sin horarios el tiempo es libre, no tiene cadenas, no lo podemos controlar. Es una sensación muy extraña. No salgo de casa sin un libro. Lo llevo siempre conmigo, y me siento en cualquier puerta con las piernas cruzadas a dejar que el tiempo siga corriendo mientras leo. Es mi pasaporte, una salida de emergencia. Si la situación te resulta incómoda, te apartas y lees. Si la conversación es tediosa, te apartas y sigues leyendo. También me gustaría apartarme y leer siempre que sale a relucir mi estado de ánimo. ¿Porque tiene tanta importancia? ¿Porque reincidir una y otra vez en lo mismo? Aunque nos caracterice la vitalidad, siempre habrán periodos de tranquilidad, meditación, vagabundeo. ¿Porque esa necesidad obsesiva por estar siempre en la cima? Necesito tocar el suelo con los pies para andar sobre algo firme y volver a impulsarme para tocar el cielo. 

Sentir demasiado a menudo la necesidad de apartarse y leer significa algo, y no estoy segura de que sea del todo positivo. ¿Qué querrá decir? Estoy segura de que lo sé, pero prefiero no ponerlo por escrito, porque cuando escribo algo es cuando lo termino de asumir, y no quiero asumir esto. Es imposible.

Metamorfosis
M.F.P.

Quiero escribir sobre muchísimas cosas, porque hace demasiado tiempo que las vivencias y recuerdos quedan en el aire. Las puedo encontrar en mi cabeza con perfectos detalles durante un tiempo determinado. Después empiezan a difuminarse como si el tiempo las erosionara. Ya no recuerdo exactamente a que sabia el mar, si me gustaba su tacto y lo distinto que lo encontré aquel día. Ya no recuerdo el argumento de la película de aquel mes de septiembre. En realidad tampoco entonces recordaba el argumento puesto que había fijado la atención en un suceso paralelo de mayor calibre. La cuestión está en que no recuerdo tampoco el argumento paralelo con exactitud, y eso me molesta puesto que me fije con especial atención en cualquier detalle. Tengo vagas nociones de todo, y aún no ha pasado un año. Es cierto, quizás escribo para no olvidar, o tal vez para que pueda observar en un futuro mi propia evolución y conocerme por fin a mi misma. En el proceso de conocer a los demás estoy descubriendo muchas cosas que desconocía de mí.

Por eso quiero reflejar aquí lo atractivas que me resultan las afirmaciones dogmáticas y aún no se porqué. Quiero mostrar al mundo el dogmatismo de Alba, todas esas convicciones que a pesar de ser científica, postula a diario. Quizás lo que me gusta de eso es que parece un capricho de un niño que no sabe cómo defender lo que está diciendo. Quizás es eso, el capricho infantil lo que me atrae. Tengo que acordarme también de buscar en profundidad la relación entre el metabolismo de Martina y mi propia metamorfosis. Creo, ahora mismo, que ese metabolismo ha incentivado mi metamorfosis. La vida promueve el cambio, me gusta. Quiero plasmar también lo apacible que me resulta la matutina rutina de Orión. Hace mucho que no aceptaba una rutina. Y narrar donde he encontrado los instantes capturados que ilustran al azar mis palabras.  Pero debo encontrar un momento para cada cosa, puesto que lo escrito fuera de su momento exacto pierde la esencia que debiera tener.

Quiero hacer muchas más cosas, pero ahora voy a ver si Asia ha conseguido vivir otra vida dentro de la vida misma, que hace demasiado tiempo que no lo consigue. Ayer fue un día extraño. Parecía ausente. No sé.

Metamorfosis
M.F.P.

Meses, tantos meses, demasiados meses

Y de pronto, resbalando de la cama, doblando canicas en los dientes, fundiéndote en una ducha de ojos, te diste cuenta de que la calle, el filo de los folios, la fotografía de noche abierta, son sólo un icono neutro. Ya nada te recuerda. Ya nada te revuelve. Ya no está, no forma parte. De pronto esa persona ha dejado de importarte. Han pasado meses, tantos meses, demasiados meses. 

Y es hoy, que su nombre no te atranca el intestino, que esa canción no hace trompo en la garganta. Que has encontrado salida en un muro de poemas contenidos, en un atlas de cuerpos intermitentes; que abrazas el sueño sin ojear la nostalgia. Que no necesitas que regrese. Que el portazo muta y estás sonriendo con instinto y no con trampa.
Ya no esperas la llamada. Ni el guiño. Ni el encuentro. Ya no usas el autoengaño. Ya no encajas la boca con cigarro y latido. Hace meses, tantos meses, demasiados meses que una grieta era el adiós que no entendiste. Encontrarle sentido hoy es una libertad primaria. De pronto eres libre. Libre, tan libre.

¿Y tantos meses, demasiados meses? Ahogas las manos en el grifo, te rescatas del espejo. Y estás, por fin, de una manera anticipada, el día propone. 
Ya no está. Y no te importa. 
Haces pie en la vida.
De pronto puedes bucear otras personas, no temer. De pronto el empeño por olvidar era un absurdo, el olvido es un esfuerzo de contraste, y cuando no se olvida, finalmente olvidas.

Han pasado tantos meses, demasiados meses anclándose a la herida. Ahora la sangre tuerce el gesto y respalda el ánimo.
De pronto eres libre. Libre, tan libre que descubres cómo flota el cuerpo cuando dejas de ahogarte.
Dialéctica Humana.
Carmen Crespo Ruiz

jueves, 16 de junio de 2011


"Las casualidades no existen". Así de simple, así de tajante, así de dogmático. Y sin embargo ha conseguido desencajarme. Ella es Carlota, y no se si es el tono de su voz, despreocupado, sincero, inocente, o sus ademanes, libres sin poder serlo, lo que me deja  tan descolocada. Tiene una forma de ser muy peculiar, y unos altibajos emocionales patentes. Hoy la he visto enormemente apagada, y sin embargo, no me extrañaría en absoluto que al anochecer brille como una estrella, y quiera volar a la luna. La inocencia de un niño en la madurez de un adulto. Necesita proteger sin embargo, está desacostumbrada a que la protejan. No sé que es exactamente aquello que me hace tan cómoda su cercanía. En realidad si que lo sé. Su transparencia, su sinceridad, su honestidad, cualidades que persigo por doquier y me cuesta mucho encontrar. Carlota las tiene. Representa ahora mismo, una esperanza para la humanidad. Es luz, de hecho, estoy pensando que sus padres se debieron equivocar al escoger su nombre. Quizás se debería llamar Clara, Blanca, o incluso Luz. Aún así Carlota es un nombre que me gusta, representa inocencia. Sí, le define en cierto sentido.

¿Porque Carlota piensa que las casualidades no existen? ¿Porque lo ha dicho de forma tan mecánica y sin dudarlo ni un instante? Yo dudo mucho a la hora de hacer este tipo de afirmaciones. La casualidad. Es algo parecido a la libertad, un concepto efímero, perteneciente a la metafísica. Por tanto nos sería imposible clarificarla según las categorías kantianas. La casualidad es más bien algo parecido a la suerte, una causalidad desconocida según Aristóteles. No estoy segura de entenderlo del todo, sin embargo Igor no se ha dignado a explicármelo. Tengo que acordarme y preguntárselo a Orión cuando le vea. Volviendo a la suerte y la casualidad, últimamente hacen acto de presencia muy a menudo en mi vida. Yo creo, que existe, bajo una forma u otra. La casualidad explica las circunstancias. Si algo existe es porque en un momento dado, casualmente hemos hecho acto de presencia o hemos tomado una decisión, pudiendo haber seguido un camino completamente opuesto al que decidimos seguir en su momento. Esto es la casualidad, el haber hecho una elección y no cualquier otra. Y este último año, las casualidades en mi vida han sido muchas, y tienen un peso muy notable. Creo, ahora mismo al menos, que todas han sido positivas. ¿Será esto la suerte? ¿Causalidades cuyo resultado nos complace? Quien sabe.

Sí, esto es exactamente lo que necesitaba. Escribir. Puede que al fin y al cabo si que me sea útil, puede que esto me ayude a ser yo misma, o a forjarme a mi misma con la mirada centrada en todos los detalles. Así estoy atenta a los errores y a las necesidades, para que no se me escape ninguno.

Metamorfosis.
M.F.P.

Me ahogaba, sin embargo no tenía tiempo a morir. Este año ha supuesto un continuo avance, es cierto que yo no controlaba para nada el ritmo, la ruta, o el medio de transporte, simplemente seguía al carro. Es mucho más fácil así. Estudiando tenía la cabeza ocupada. Ahora que esta rutina ha desaparecido no hago más que vagar. Me pierdo y me vuelvo a encontrar o me encuentran. 

La atmósfera en la que te encuentras es clave. Si estás entre personajes que representan o son todo lo contrario a lo que buscas es inevitable la necesidad de huir. Esto debería ser obvio, sin embargo parece no serlo. Lo gritaré, lo gritaré a los cuatro vientos para que quede patente. Si el mundo no entiende lo que pasa, se lo explicaré. Si no sabe lo que quiero, lo pediré. Es absurdo esperar algo si nadie es sabedor de esa esperanza.

He aprendido, entre muchas otras cosas, que los estados de ánimo vertiginosamente diferentes, chocan. Sé que siempre mirará al mar para evocar un recuerdo. Que el caos mental es innegable. También he aprendido que cuanto más convincente quieres parecer, menos convencido estás de lo que dices. Sé que de la enfermedad no puede huir nadie. Sé que nos cansamos de todo, hasta de esperar. Sé que la lluvia le hace sentir libre. Sé que por extraño que parezca, el plátano y la fresa mezclados resultan una dulce combinación. Que la bacteria Lactobacillus casei DN-114.001 también tiene su lugar. Que las lentejas, el arroz, las alubias y los garbanzos pueden resultar una mezcla atractiva. Que apropiarse de firmas ajenas puede resultar adictivo. También que nunca conseguiremos apropiarnos a la perfección de ese algo que nunca nos ha pertenecido. Que las firmas son objeto de su estudio, y que tiene devoción por aquellas que contienen un circulo externo que rodea el contenido. Quizás por necesidad de protección, quizás por la perfección de la circunferencia, o quizás no tiene significado alguno. He aprendido que da al mundo lo que necesita del mundo. Que todo el cariño que ofrece es el cariño que necesita y no pide. Que espera que el mundo lo intuya todo. Que baila al compás del violín. Que a su parecer, lo implícito suena más armónico que lo explícito. Que los faros representan la necesidad de soledad. Que se ha planteado inventar el color verde. Que las profundidades son una droga. Y que el aire a 50 metros de profundidad en agua salada ocupa menos volumen que en la superficie. Que hay cosas que debemos controlar. Y que no todo es lo que parece ni mucho menos. Fíjate si he aprendido cosas. Para nada relevantes y sin embargo sólo las sé yo. Esto es lo que les da el significado. Esto es lo que es el significante.

Metamorfosis
M.F.P.

Estoy perpleja. Me es imposible asumir como ha desaparecido una de las más sólidas convicciones de Asia, aquella que le da el nombre. No ha sido un cambio lento, profundo. No tiene ninguna base sólida sobre la que sostenerse. Se ha producido sin punto de apoyo siquiera. Ha sido un cambio en el aire. No lo entiendo y me molesta no entender algo. Asia por las cercanías de Cuba. 
No, no lo entiendo. "Que más da el lugar, la cuestión está en alejarte"- me dijo. Es tan impropio... para ella el lugar era la clave. Asia es exotismo, libertad, humildad, sencillez, honestidad, vida. El nuevo destino es miseria, falsedad, sobresaturación, hipocresía, agonía... Es algo parecido a la otra cara de la moneda. 
En realidad si sé donde se articula este cambio, en un sueño ajeno, en un sueño ajeno plagado por un agrio sabor de aquello caduco por el paso del tiempo. Sin embargo, a pesar de saber cual es su punto de apoyo no entiendo el cambio.

Metamorfosis.
M.F.P.



He vuelto, cómo vuelve cualquier drogadicto, arrastrándome. Ya no sé si escribir tiene sentido alguno, si me aporta algo, o si lo necesito siquiera. Me estoy dando cuenta de que últimamente acudo aquí cuando doy de bruces con el suelo, cuando la miseria del mundo se me planta delante y se niega a apartarse. Y queda así plasmada toda la desilusión, desesperación y pesimismo que me invaden. No quiero que esto sea un cubo de basura donde tirar la mierda que nos ahoga. No quiero entrar y no ser capaz de encontrar nada con sabor a libertad, no ver ilusión. Quiero que vuelva a ser como la vida misma, que refleje lo que yo soy, y no lo refleja en absoluto. Intentaré arreglarlo, ahora sólo quiero eso, desahogarme. 


Hoy siento más que nunca las imperfecciones del mundo. ¿Porque los girasoles bailan con el sol? ¿Porque el círculo es tan perfecto y el ADN tiene errores? ¿Porque el mundo no hace más que dar rodeos? ¿Que hay de malo en cruzar recto? ¿Porque tanto miedo? ¿Porque tanta enfermedad? ¿Quien contestará todas mis preguntas? Antes con Asia era capaz de vagar por estos mundos, me perdía en las horas, me perdía en los interrogantes, me dejaba perderme. Algo ha cambiado. Contesta mis interrogantes, con respuestas ingeniosas sin lugar a dudas, pero tajantes. No me deja hundirme, no me deja vagar si rumbo, no quiere vagar sin rumbo conmigo. No encuentro infinitas respuestas, y mil interrogantes. No hay tiempo. No hay tiempo para nada. Nos aplasta su peso.


Odio los putos cánceres. Odio las estúpidas células que niegan su apoptosis y no hacen más que multiplicarse y esparcirse. Son células imperfectas cuya existencia implica la no existencia de las perfectas. Así el perfecto cuerpo humano está condenado a su fin. El mundo es idéntico. El tiempo corre en contra una vez más.

La introspección es una forma de evadirse, de huir del mundo. Ensimismarse es un mecanismo de autodefensa y me duele que Asia no lo entienda así. No entiende que me pasa, se siente culpable de mi propio estado anímico. No pregunta el porque, prefiere intuirlo, y no siempre acierta. O quizás si que lo ha preguntado pero he preferido no responder. Si no contesto es porque ni tan siquiera yo conozco la respuesta, y prefiero averiguarla a decir cualquier banalidad. Quiero conocer la verdad para no mentir. Esto lo toma como una confirmación de su culpa. Mierda.

Un grito ahogado.
M.F.P.

domingo, 5 de junio de 2011

Espero no arrepentirme, pero sé que lo haré.

¿Que pasa si en vez de intentar arreglar la máquina
prefieres mirar todas sus piezas, rozarlas, sentir
el fío tacto del metal, pensar porque funcionan y
a quien se le ocurrió crearla, en el flujo de electrones...?

Hace ya días, muchísimos días que vengo aquí intentando encontrar paz, bañarme con las horas, las ideas, incoherencias y las letras, intentando perderme en mí misma, vagar a la deriva entre mis ideas, beber hasta saciar mi sed, y chillar hasta que me quede sin voz, pero siempre acabo huyendo. Huyo, huyo de mí misma por miedo a darle la espalda al mundo. Tengo miedo a perderme en mi misma por si no logro volver a salir a tiempo. No hay nada que desee más, pero ahora el tiempo no es un infinito, es una cuenta atrás, una espeluznante cuenta atrás. Los días van de más a menos y los enfoco a la inversa, desde el cero al infinito para que el miedo no se apodere de mí, así cuento los días como Día 1, Día 2, Día 3... y no sé cuál de todos va a es aquel en que el temporizador llegue a 0. Tampoco quiero saberlo, no voy a mirarlo porque si lo hago, todos mis esfuerzos por darle la vuelta habrán sido en vano, y será inútilmente una cuenta atrás que calcularé sin darme cuenta. 

Vivo dividida, entre mi razón y mis instintos vaya. Aún así no me acaba de gustar llamar razón al sinsentido e instinto a lo que necesito. Vivo dividida entra el deber y la necesidad. Debo centrarme en la incoherente realidad, y sin embargo necesito saciar mi sed con cosas que la primera no contempla ni de lejos. 

La estoy fastidiando, y lo sé. Lo que más me duele es que lo sé. Lo he asumido pero no hago nada para evitarlo. Ahora, que es cuando debería volcar todo mi ser hacía un objetivo, enfocarlo todo hacía el mismo punto es cuando más disperso está. Más perdido que nunca, más decidido que nunca a no querer encontrarse. Veo la meta, pero prefiero sentarme a contemplar el paisaje hasta que la culpa me quema y decir levantarme para andar dos pasos. Y me vuelvo a sentar porque lo que veo detrás de esa meta no me gusta. ¿Que hago? ¿Invento caminos para recorrer el mundo sin llegar nunca a un punto fijo? ¿Invento nuevos rumbos cada vez que lo que vea al final de un camino no me guste? Eso es huir. Es curioso pero hace nada dije que sólo quería huir, huir conmigo misma como único equipaje. Quizás sea eso lo que en realidad quiero.
Pero huir representa dar la espalda a todo y a todos, y no tener a nadie que te levante cuando te caigas y no puedas levantarte y no sé si estoy preparada para enfrentarme al mundo tan sola.

Debería estar muy lejos del teclado, muy lejos de este sitio, pero aquí estoy, lo necesito, hace demasiado que lo necesito. Siento que, con cada palabra que aquí dejo por escrito me alejo más y más de la meta. Alba me preguntó un día porqué no venía a visitar mi mundo y darle los buenos días, las buenas noches y contarle que forma tiene el tiempo, o de que color es el agua. No recuerdo muy bien que contesté, pero la idea de lo que le dije era que había preferido obviar la necesidad y volcarme en el deber. ¡Que gran mentira! Pero llevo tiempo diciéndolo en voz alta, como si de esta manera lograra convencerme a mi misma. No he podido y esto es una prueba de ello.

Ahora recuerdo una frase que le encanta a Igor "sólo podemos existir si es tomando rodeos". La frase es de Hans Blumenberg un autor que imagino admirará cómo admira a Kant o a Chesterton, porque ha saltado del avión gritando su nombre con voz firme. Con ese nombre empezaba el escrito que le abriría las puertas a más saber, y si no empezaba así exactamente recuerdo que estaba en la primera frase. Otra cosa que intento evitar es hablar con Igor, porque para mí a pesar de formar parte del deber constituye claramente una necesidad. Hace mucho que necesito perderme por las infinitas ramas que siempre me acaba poniendo en bandeja. Hace mucho que necesito vomitar todas mis incoherencias para las desmonte con una frase firme.


También necesito a Alba, necesito sus conclusiones, sus dudas, los resultados de sus experimentos, y sus minutos de silencio, de los pocos silencios en los que me siento cómoda. Necesito todo eso porque es más fácil ver el camino si hay dos linternas iluminando que si hay sólo una. Hace mucho que lo necesito. 



Asia. Una cosa a la que no me he atrevido a renunciar del todo es Asia, pero me he puesto cadenas para llegar a ella contadas veces, durante un tiempo x determinado. Lo del tiempo es inútil, porque siempre lo acabo sobrepasando y las cadenas las rompería si no fuera porque ella las refuerza a diario. Me he acostumbrado demasiado a ella para poder renunciar, es una parte de mi consciencia, una esponja que absorbe todos mis desviaros.

También forma parte de mi necesidad Orión, a quien pienso acudir en cuánto el temporizador llegue a 0, porque es una fuente de saber, está a rebosar de agua y dispuesto a repartirla entre aquellos que tienen sed. Me doy cuenta de que a Orión tampoco he renunciado. Siempre voy en busca de la canción que cada día me espera en mi buzón de entrada, siempre en busca de la locución en latín, y siempre busco santos. Es una de las rutinas que más necesito.

En realidad no he renunciado a nada, ni a Alba a quien vengo a visitar todos los días, y me quedo más tiempo del que debería. Ni a Asia, ni a Orión. Ni a Igor a quien volví con la misma que pregunta que tantas veces le he hecho, con la misma búsqueda... el sentido del mundo, el sentido de todo. 

Contemplo desde fuera mi yo dividido, y racionalmente intento caminar hacia el que representa el deber, pero lo hago aparentemente, toda yo estoy volcada en mi necesidad. Esto va a tener consecuencias, desagradables sin lugar a dudas, ¿pero que puedo hacer? Lo he intentado pero me es imposible, todo esto escapa a mi control, y la razón no puede controlar a los instintos. Quizás porque la razón misma se ha cegado con la necesidad de conocer y no de memorizar.


Un grito ahogado.
M.P.F.