jueves, 16 de junio de 2011




He vuelto, cómo vuelve cualquier drogadicto, arrastrándome. Ya no sé si escribir tiene sentido alguno, si me aporta algo, o si lo necesito siquiera. Me estoy dando cuenta de que últimamente acudo aquí cuando doy de bruces con el suelo, cuando la miseria del mundo se me planta delante y se niega a apartarse. Y queda así plasmada toda la desilusión, desesperación y pesimismo que me invaden. No quiero que esto sea un cubo de basura donde tirar la mierda que nos ahoga. No quiero entrar y no ser capaz de encontrar nada con sabor a libertad, no ver ilusión. Quiero que vuelva a ser como la vida misma, que refleje lo que yo soy, y no lo refleja en absoluto. Intentaré arreglarlo, ahora sólo quiero eso, desahogarme. 


Hoy siento más que nunca las imperfecciones del mundo. ¿Porque los girasoles bailan con el sol? ¿Porque el círculo es tan perfecto y el ADN tiene errores? ¿Porque el mundo no hace más que dar rodeos? ¿Que hay de malo en cruzar recto? ¿Porque tanto miedo? ¿Porque tanta enfermedad? ¿Quien contestará todas mis preguntas? Antes con Asia era capaz de vagar por estos mundos, me perdía en las horas, me perdía en los interrogantes, me dejaba perderme. Algo ha cambiado. Contesta mis interrogantes, con respuestas ingeniosas sin lugar a dudas, pero tajantes. No me deja hundirme, no me deja vagar si rumbo, no quiere vagar sin rumbo conmigo. No encuentro infinitas respuestas, y mil interrogantes. No hay tiempo. No hay tiempo para nada. Nos aplasta su peso.


Odio los putos cánceres. Odio las estúpidas células que niegan su apoptosis y no hacen más que multiplicarse y esparcirse. Son células imperfectas cuya existencia implica la no existencia de las perfectas. Así el perfecto cuerpo humano está condenado a su fin. El mundo es idéntico. El tiempo corre en contra una vez más.

La introspección es una forma de evadirse, de huir del mundo. Ensimismarse es un mecanismo de autodefensa y me duele que Asia no lo entienda así. No entiende que me pasa, se siente culpable de mi propio estado anímico. No pregunta el porque, prefiere intuirlo, y no siempre acierta. O quizás si que lo ha preguntado pero he preferido no responder. Si no contesto es porque ni tan siquiera yo conozco la respuesta, y prefiero averiguarla a decir cualquier banalidad. Quiero conocer la verdad para no mentir. Esto lo toma como una confirmación de su culpa. Mierda.

Un grito ahogado.
M.F.P.

No hay comentarios:

Publicar un comentario