martes, 5 de julio de 2011


¿Porque ese intento por salvar un pez? ¿Hubieras hecho lo mismo por cualquier otro? ¿Es el pez lo que querías salvar? ¿o le habías dado un símbolo e intentabas salvar lo que simbolizaba? Cómo si salvando su vida pudieses salvar una amistad, recortar distancias, detener el tiempo... no guardan relación alguna. Si el animal muere no se destruye ningún lazo. Yo casi caigo en el mismo error por pura inercia. Es por esto que a mí no me gusta darle un símbolo a algo que perece.

En la distancia y de imprevisto me he dado cuenta de cosas obvias que no he visto estando cerca. Y es que hay veces en que la lupa a pesar de permitirte ver los detalles, te oculta el contexto, y hay cosas que ocurren simultáneamente y que te pierdes. Muchas cosas se perciben mejor a simple vista. Sé que rehuyes ciertas situaciones por fantasmas del pasado, por miedo a que vuelva a suceder. Sé que tienes miedo a ir acompañada sobre dos ruedas porque ese 23 de junio, ese San Juan lo tienes grabado en la piel. Todo estaba ahí. El pasado estaba ahí, la situación también, pero no he sabido verla, no se me había ocurrido unir el sujeto con su predicado.

Las distancias también tenían pleno sentido, aunque no lo hubiera visto. Debo confiar más en mi misma, si un día las establecí debió ser por algo en concreto. Un error en el que he caído: olvidado el motivo, las restricciones no tienen validez. Las mantenía porque el acortarlas iba necesariamente seguido de una repulsión hacía el más y menos infinito respectivamente. Ahora, en mi lado del infinito lo veo claro. La unidad no volverá a romperse. Los decimales no deben existir.

En el mar hay muchas respuestas y el viento es el elemento idóneo para renovar los pensamientos. El sol te molesta cuando tu estado de ánimo no contempla luz, pero hundirte en las profundidades marinas y mirar hacia la superficie lo soluciona. Todo se puede atenuar, hasta demasiada vitalidad. La desorientación me gusta. Me gusta sentirme tremendamente desorientada en el fondo del mar, cogiendo arena en la mano y sintiendo que los pulmones me oprimen el pecho. Me gusta cuando el aire me gana la batalla y sale atropelladamente de mis pulmones, como una gran explosión tras demasiada opresión. Y me encanta más aún coger una gran bocanada de aire en la superficie. Cada vez que repito el proceso siento que vuelvo a renacer.   Me gusta mucho renacer. 

El objetivo era depender únicamente de uno mismo, ser dueño de las circunstancias, ser tu único pilar. En un momento determinado, sin darme cuenta dejé de aplicar la teoría a la experiencia. Tenía el concepto presente en todo momento, cómo para no olvidarlo, pero no lo aplicaba. Fue precisamente una frase tuya la que hizo la función del cubo de agua fría en la cabeza. No depender de nada externo a ti. Esa es la cuestión, esa fue siempre la cuestión pero me desvié del camino y ahora he tenido que volver a empezar. No me importa tener que volver a empezar, aunque los principios sean siempre duros, pero no me molesta porque así podré prestar atención al desvío y esquivarlo esta vez. Tras la experiencia todo suele ser más sencillo. Ya no caminas por lo desconocido, tienes un punto de referencia.

Metamorfosis
M.F.P.

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