sábado, 29 de octubre de 2011

Hoy sólo me apetece ver a Orión. Es el día en el que, él es la única persona que no me molestaría, la única compañía que me sería grata y la única voz que despertaría mi atención. Son muy curiosos estos días que tienen nombre, puesto que ninguna otra cosa te satisface, nadie llena el vacío y nada te atrae. Nada de lo que hagas ese día llega a ningún sitio, nada te lo que te digan, ninguna conclusión que te expongan. Todo cae en saco roto, es impresionante. Parece que haya una barrera en tú y el mundo que nadie ni nada la pueda atravesar, más que el dueño del día. Absolutamente nada de lo que te digan llega a significar nada, no toca el fondo de tu alma, no sabe o no puede llegar. Todo está vacío de contenido, porque todo está descontextualizado. 
Esto me ha pasado muy pocas veces, y con muy pocas personas. Recuerdo un día con el nombre de Alba, un par con el nombre de Asia, otro que perteneció a un desconocido y el de hoy que es de Orión. De todos ellos, sólo contextualicé uno. Ese día el contexto era Asia. La verdad es que suelen ser días muy complejos, muy intensos, muy provechosos, dispares, exóticos, irreales. Son días que no atiendes a leyes de la naturaleza. Te sientes libre, en un universo paralelo, días que dan vértigo al recordarlos tiempo después. Pero sólo en su contexto. Si no le das el significado que exige, sigues estando sin lugar a dudas en un universo paralelo, pero sólo y aislado del mundo. Pasa de ser un todo a ser el vacio más absoluto. Hoy cabalgaría el infinito por conseguir un simple Hola de Orión. Es un hecho.

Hechos.
M.F.P.
Me gusta que nada sea eterno. Me gustan los ciclos. Me gusta saber que cualquier párrafo tendrá su punto y aparte, y que la ilusión reforzada empezará a trazar en un nuevo párrafo las letras para dar forma a cualquier otra dispar idea. Puede que dentro de todo el caos que vemos, la vida tenga cierta lógica, que todo esté organizado en función a algo. Me encantan los sueños, quizás porque los que tengo son escasos, o los que recuerdo, porque en teoría soñamos siempre, lo que ocurre es que no lo recordamos. Esto me hace pensar en otra cosa. Quizás mi subconsciente hace que sólo recuerde aquellos sueños que tengan cierto valor para mí. Es decir, que me muestre sólo lo que realmente deseo, lo que quiero y quizás no veo. Los sueños han cambiado de rumbo, y de protagonista, vaya. Como he dicho antes me encanta que así sea. Supone un soplo de aire fresco que renueva la ilusión. 
Cada día necesito menos cosas, cada día soy más autosuficiente. Puedo además crear mis necesidades y satisfacerlas. También puedo desechar otras, como si fueran falsas, imaginarias, irreales, innecesarias. Esto me encanta. Poder moldear tu realidad es incluso más satisfactorio que moldearte a ti mismo.
Pasar por el mundo sin necesitar nada es impresionante. Siempre ganas y además tienes potestad para elegir, no estás encadenado a esa necesidad, no actúas en función a nada. Esto ha supuesto realmente un cambio en mi forma de ver el mundo. He encontrado lo trascendental de utilizar la razón. Sé cómo. Lo que ocurre es que es bastante costoso. Así que, la mayoría de las veces, como todo buen ser humano, no lucho contra mi naturaleza y me dejo arrastrar por los instintos.

Una conducta ensimismada.
M.F.P.

miércoles, 26 de octubre de 2011

- ¿Dónde te escondes cuando quieres huir del mundo? 
- En los sueños. 
- ¿Y si hasta los sueños te dan pavor? Estás jodido, ¿eh?. No tienes dónde esconderte.
- Nadie está tan jodido, cuando llegan a ese punto las personas se suicidan.
- Yo he llegado y sigo aquí.
- Tu has llegado, pero no estás en un estado permanente de hastío, son momentos puntuales.
- ¿Y que hago con esos malditos momentos? Por si no lo has notado no puedo dejar de existir cuando me canse y volver cuando me apetezca.
- Pues si no puedes dejar de existir, limítate precisamente a eso, a existir.
- Es lo que hago, ¿no me ves?. Maldita sea, ¡no me solucionas nada!. ¡Nunca me solucionas nada! Dime algo útil, dime que hacer con esos momento de mi existir. Dame la solución, para eso estoy aquí y ahora.
- ¿Qué no lo ves? ¿Qué no ves acaso que no hay solución alguna? Lo único que puedes hacer es lo que estás haciendo, lo único que yo te puedo decir, ya lo sabes. Acudes a mí para ver que tienes razón, porque ves que no hay solución posible y quieres que alguien se la invente, que te salven de tu mundo de locos, vaya. Puedes drogarte, morfina en vena, o cualquier benzodiazepina y voilà, se acabó con tus momentos de hastío. Pero todo esto es algo que sabes, una opción que conoces y sabes de antemano que no quieres escoger. Así que no me pidas soluciones que no se te hayan ocurrido a ti, porque hablar conmigo te puede aportar lo mismo que hablar contigo mismo, y sí, siempre suele ser mucho más de lo que te puede aportar una conversación absurda con un simple cuerpo andante, pero nunca podrá ser más de lo que tu misma o tus estrellas hayáis pensado ya. No esperes que yo te salve, no me exijas algo así, no es justo, porque sabes que no puedo hacerlo.

Caos.
M.F.P.

martes, 4 de octubre de 2011

¿Por qué estoy precisamente aquí?

Estoy en filosofía por todo. Aunque estando por todo lo que me rodea implica no tener una razón, luego estoy por todo y por nada. Es una contradicción, al igual que mi vida y mi estado de ánimo. 

Vengo aquí, a lo que en teoría es la fuente del saber (a lo que yo considero la fuente del saber), simplemente para saciar mí sed, porque lo necesito, porque busco un crecimiento personal que no puedo encontrar en ningún otro sitio. Necesito encontrar respuestas, quiero tener una respuesta para todas esas preguntas que se presentan a media noche y no te dejan dormir, y para aquellas que sólo los niños saben formular y ningún adulto contestar. Busco resolver mis propias contradicciones internas, quiero saber porque las tengo. Quiero saber el porqué, conocer el origen de las palabras, las costumbres, el pensamiento, la humanidad. Eso es, busco conocer el trasfondo de la humanidad. 

También estoy estudiando filosofía porque me siento terriblemente sola en la sociedad. Tenemos compañía, por supuesto, pero hoy en día es todo tan banal… Es un sinsentido. No me siento identificada con la sociedad, con la inconsciencia, con lo que representa, con que sus mayores preocupaciones sean: elegir la ropa para vestir, decidir qué alimentos tomar o qué modelo de coche comprar. Porque no soporto que no entiendan o se cuestionen qué es la vida, dónde nos encontramos, qué supone estar aquí, qué supone habitar un universo del que nada sabes, cómo es posible tener consciencia/alma/mente si estamos formados por los mismos átomos que el planeta que habitamos. 

Busco respuestas, consciente de que seguramente voy a encontrar más preguntas, aunque espero sinceramente llegar a conclusiones, conclusiones sólidas sobre las que empezar a construir. Busco saber identificar mis necesidades, mis deseos, conocer mi propia persona, porque si no somos capaces de conocernos a nosotros mismos, es muy difícil llegar a conocer algo extremo a nosotros. Busco ese estado de autoconsciencia máxima, porque así, seguro pondré orden en mi propia persona, calmaré ese torbellino que te lleva a contradicciones, a un estado cicloanímico, y una visión pesimista del mundo. Busco ser feliz. Odio que todo el maldito mundo sea feliz con sus simplerías, sus rutinas y sus banalidades. A veces me gustaría olvidarlo todo, volver a la inconsciencia y ser feliz, conseguir que cosas como un coche nuevo me llenen. Son felices porque no se preguntan nada, no saben ver nada. Odio que ellos puedan serlo con cosas tan simples y yo no. 

Aspiro a no caer en los convencionalismos sociales, a tener siempre un juicio autónomo y crítico, a no perder nunca de vista lo realmente importante, aquello a lo que de verdad vale la pena dedicarle tiempo. 

Busco mi vida, me busco a mí misma y espero encontrarme.

Cadenas con sabor a libertad.
M.F.P.

lunes, 3 de octubre de 2011

Esbozos en lo abstracto.

Kandinsky (1a acuarela abstracta)

Tengo que recordar como ocurrió todo exactamente… quitarle el polvo al baúl y empezar a recordar, y hacerte recordar a ti también la historia de una vida que de seguro recuerdas de algún sueño profundo de cualquier fría y larga noche de invierno. Si no recuerdo mal, ella se llamaba Margarita. 


Margarita fue un día parte de la sociedad, una parte que se movía para y con esa sociedad. Supongo que todos lo fuimos alguna vez, hasta que llega un instante en tu vida en que te das cuenta cuán alejado estás de todo eso y que nunca podrás volver ahí. 

No puede situar las acontecimientos en el tiempo, o no puede ajustar el tiempo a su evolución, sólo sabe que comenzó con un libro, un libro que le llevó a muchos otros, y cuanto más se adentraba en ese mundo teórico, más se alejaba del práctico, y cuando quiso darse cuenta ya no podía volver al mundo convencional. No es que no pudiera, es que ya no se sentía cómoda allí, ya no había lugar para ella, todo le sabía a poco, odiaba a todo el mundo, se burlaba internamente de todos, y se sentía terriblemente sola. Así fue como Margarita decidió encerrarse en si misma, embotellar toda su esencia, esconderla del mundo. Lo que esos años habitó el mundo fue su personaje, el que ella había creado. Margarita sentía que estaba por encima, sentía que sabía algo que todos los demás ignoraban, sentía que había conseguido engañar al juego de la vida, salirse y verlo todo desde fuera. Su personaje participaba en el juego sin mayor dificultad, el juego era simple, normativizado, mundano. Se divertía al observar la seriedad con que la gente se lo tomaba, y se sentía bien por ser capaz de verlo desde fuera, pero también se sentía terriblemente sola e infeliz. Ellos sufrían por las banales circunstancias del juego, pero eran felices con similares banalidades. A ella no le afectaban esas preocupaciones, pero tampoco podía encontrar su felicidad en esas trivialidades. Así pasó años vagando por el mundo, hundiéndose en la rutina para no volverse loca. Hasta que se cansó, se cansó del mundo y de su inconsciencia. Ya no quiso formar parte del juego, ya no le divertía. Se dedicó a pasearse por el mundo con el disfraz puesto y alimentarse de cada sonrisa, cada palabra que se saliera de la norma general, cada mente que tuviera un mínimo para exprimir. Fue realmente poco lo que encontró, y así también se cansó de buscar; pero fue curiosamente en ese preciso instante en el que Margarita abandonó su búsqueda cuando apareció Asia. Asia fue en esa época un soplo de aire fresco, como la lluvia fría que se posa en tu piel tras un día de poniente, como esa bocanada de aire que coges desesperadamente al salir del fondo del mar, como el sabor que tiene el primer trago de agua en medio del desierto. Asia era vida, la vida que Margarita se cansó de buscar. Llegó como un huracán, de una pasada destruyó toda la telaraña que se había creado, todos los montones de basura acumulados, todos los trozos de sueños rotos, y disipó toda la oscuridad. Le dio a Margarita ese terreno limpio y fresco sobre el que empezar a construir y compañía en la autoconsciencia. Asía estaba a otro nivel, estaba por encima de la sociedad. Margarita lo vio, yo mismo lo vi, lo que nunca supe es en qué punto se encontraba exactamente. A Margarita eso no le importó nunca, Asia había roto de alguna forma con el juego y con eso le bastaba. Ella estaba enamorada de la vida, y desprendía amor. Su risa, su espontaneidad, su jovialidad, su luz… todo te atraía, todo te incitaba a caminar, a correr, a saltar, a vivir por encima del mundo, al margen de la sociedad, a vivir fuera del juego. Margarita por fin dejó de interesarse por la tierra, tenía compañía en el cielo, tenía cuanto había buscado, tenía a su estrella polar. Así, cada noche antes de dormir se abrazaba a su estrella, sólo suya, puesto que nadie más podía ver su luz, no de esa forma. Nadie sabía apreciar la esencia de Asia, toda la magia que encerraba. 

Asia le hacía evolucionar, le aportaba mucho más de lo que Margarita jamás hubiera imaginado. Le enseñó humildad, exclusividad, irracionalidad, a soñar y a perseguir un sueño. La conexión que tenían era intelectual, y aunque nadie se diera cuenta de ello era la más pura, la más perfecta, la más fuerte que podía existir y puede existir entre dos personas. La relación era un todo que representaba la nada, una nada que lo representaba todo. La una era el gas del mechero y la otra la chispa, y no puede haber llama si algún componente falla.

Recuerdos.
M.F.P.

Prólogo

Mi vida es muy sencilla. Vivo en un universo de cuyas leyes sé poco y nada. Tengo una consciencia y capacidad de pensar, que no sé cómo, ni por qué existen, o qué son siquiera. Me levanto y acuesto cada día sin saber si debería hacer algo con el tiempo que se me ha dado, si estamos aquí con un objetivo. No sé que implica estar vivo y dejar de estarlo, existir y dejar de existir, qué es realmente la vida y si hay algo después. Vivo sin vivir porque no sé que implica realmente hacerlo, pero lo hago a mi manera porque esto es mi regalo, mi suerte, mi casualidad y mi condena. 

¿Tengo estrellas? Por supuesto, tengo a mis estrellas, luces que brillan en la densa oscuridad. Todas y cada una de ellas única, y dependiendo del lugar en el que me encuentro al contemplarlas, las tengo más o menos cerca de mí. Me iluminan más o menos, me guían más o menos, me obnubilan más o menos, me hipnotizan más o menos. 

No somos seres objetivos, es una verdad natural y universal. Y cómo no lo somos, cabe esperar que nada de esto lo sea, todo depende del cristal a través del cual se mire. Existen tantas realidades como personas que de ellas participan. Esta es la mía, creada a mi antojo, vislumbrada a mi antojo, hecha a mi medida. Una realidad que no admite cambios a la ligera. Aquí hay claroscuro, hay contradicción, hay odio, hay cariño, sabiduría, hipocresía, autoestima, placer, pesimismo, actitud, opinión, razón y pasiones, y todo eso existe porque aquí hay vida, sólo tienes que saber desenmascararla. 

Escribo no para narrar, no para convencer, no para ser recordada sino para recordar, porque somos nuestros recuerdos. Este va a ser mi regalo, el más grande que he hecho jamás a nadie, el más grande que te he hecho a ti, y el más grande que te han hecho alguna vez. Te voy a regalar 365 días de mi vida, puesto que te voy a regalar reminiscencias y horas, y la vida es eso, el tiempo y los recuerdos que tenemos. 

No sabemos para qué estamos vivos, así que yo voy a dedicar mi vida a esto: A saber, a conocer todo lo habido y por haber. A enamorar, no a una persona puesto que eso no resulta complicado, a enamorar al mundo, los árboles, los ciclistas, el aire, la humanidad, los niños, las sonrisas, las manos, los cuadros, el agua, la vida, la eternidad. Voy a tratar de enamorar a la vida y de enamorarme yo de ella, porque ¿cuál es la diferencia? No se puede enamorar sin estar enamorado, sin conocer el amor. Beber hasta dejar de ser yo, dejar de existir, es el único propósito que tiene, dejar de ser, de pensar, aunque es muy efímero y al volver te encuentras con la misma realidad. Aún así es muy dulce la sensación de no ser. Más que dulces, extraña, desconcertante, atípica, antivital. A leer, leer para sentir, para recordar, para reír, para soñar, para vivir. Y a caminar, voy a dedicarme a caminar. Avanzaré, daré vueltas en círculo, echaré a correr, e incluso me detendré, pero voy a hacer camino. Voy a hacer lo que quiero, porque si tengo un destino da igual lo que haga pues llegaré a él, y si no lo tengo pues habré hecho lo que pretendía. Tengo el cielo estrellado sobre mí y un camino infinito a mis pies, lo tengo todo.

Como la vida misma.
M.F.P.

Momentos descontextualizados.

todo es según el color del cristal con que se mira.


- ¿Sabes por qué la odio?- le pregunté. 
- ¿Por irracionalidad? – me contestó Alba con la sonrisa del que sabe que ha acertado la respuesta. 
- No, por supuesto que no. Puedo querer de forma irracional, vivir de forma irracional y sí, incluso odiar irracionalmente, pero es algo que yo decido si quiero que sea irracional o prefiero convertirlo en razonable. 
- Eso es absurdo Margarita, no puedes decidir a tu antojo si quieres que algo sea o deje de ser. 
- Claro que puedo. Yo puedo querer algo irracionalmente, pero puedo defenderlo de forma racional. Puedo dar argumentos, puedo justificarlo, puedo hacer que cobre un sentido lógico aunque en un principio no lo tenga. 
- Pero ya no es la razón de ser, sino que se convierte en una justificación. 
- El mundo no busca la razón de ser, no busca la fuerza motriz, no le interesa conocer la chispa. Sólo atiende a razones, sólo quieren que te justifiques, que des explicaciones, y no es difícil hacerlo. La odio porque es como una jaqueca, pero nunca lo admitiré. 
- Me lo imaginaba, ¿y cuales con la razones con las que justificas eso? 
- Prff… todas las que quieras. Cuando hay algo que sientes en las entrañas y tienes asimilados ciertos conocimientos puedes justificar cualquier cosa, tienes la batalla verbal ganada de antemano. El sentimiento, las pasiones, la irracionalidad es lo que mueve al mundo a la humanidad, la razón es estática, es el volante que dirige el coche, pero dime ¿de qué te sirve el volante si no tienes un motor? 
- No te sirve, al igual que el motor te llevará a morir en la primera curva si no puedes dirigir esa fuerza motriz. ¿Qué o a quién se supone que odias? 
- Es absurdo que me lo preguntes. Aquí no importa el quién o el qué como objeto, sino el qué como hecho, y el hecho ya te lo he dicho, la odio. 
- Aún no entiendo para qué sirven las conversaciones descontextualizadas, dime, ¿de qué me sirve saber que odias algo o a alguien si no que de qué o de quién se trata? Lo único que me aporta es saber que puedes odiar… aunque claro, teniendo en cuenta que todo el mundo puede, no es una gran aportación. 
- Depende. En este caso a mi me ha servido para desviar el tema de la conversación ¿ves? Ya hemos llegado y aún no conoces la respuesta a mi pregunta. A ti en cambio te ha servido para aprender que se puede responder son otra pregunta sin contestar a lo que te preguntan. Y también para aprender a perseguir lo que buscas, y para ello es necesario no perder la concentración, no perder de vista tu objetivo, eso Asia lo hace muy bien. – Le dije – Yo me bajo aquí, espero que hayas aprendido una lección de vida. 

Alba es muy flexible, apacible, inocente, y eso me encanta. Comprende todas y cada una de mis extrañas necesidades y no le busca razones, “son así porque son así, porque ella es así”, así lo explicó un día a un amigo suyo. Me conoce, en realidad no es que me conozca, sólo Asia llega a intuir mi yo interno, pero Alba conoce lo justo, la parte que yo necesito para sentirme cómoda con ella. Ella es espectadora de mis arrebatos irracionales y dogmáticos, y yo de los suyos. Con ella discuto problemas irreales y hablo de ideas infactibles con la convicción del que da un discurso ante un tribunal de justicia. Es como una dosis de irrealidad, la evasión que todos necesitamos. Encontré el otro día esbozos de ideas, personas, estados, recuerdos… y leí el de Alba entre otros. Es extraño, porque ella siempre representó lo mismo, siempre supuso lo mismo, siempre fue una dosis de irrealidad. Supongo que así lo decidimos mutua y silenciosamente.

Una conducta ensimismada.
M.F.P.