lunes, 3 de octubre de 2011

Momentos descontextualizados.

todo es según el color del cristal con que se mira.


- ¿Sabes por qué la odio?- le pregunté. 
- ¿Por irracionalidad? – me contestó Alba con la sonrisa del que sabe que ha acertado la respuesta. 
- No, por supuesto que no. Puedo querer de forma irracional, vivir de forma irracional y sí, incluso odiar irracionalmente, pero es algo que yo decido si quiero que sea irracional o prefiero convertirlo en razonable. 
- Eso es absurdo Margarita, no puedes decidir a tu antojo si quieres que algo sea o deje de ser. 
- Claro que puedo. Yo puedo querer algo irracionalmente, pero puedo defenderlo de forma racional. Puedo dar argumentos, puedo justificarlo, puedo hacer que cobre un sentido lógico aunque en un principio no lo tenga. 
- Pero ya no es la razón de ser, sino que se convierte en una justificación. 
- El mundo no busca la razón de ser, no busca la fuerza motriz, no le interesa conocer la chispa. Sólo atiende a razones, sólo quieren que te justifiques, que des explicaciones, y no es difícil hacerlo. La odio porque es como una jaqueca, pero nunca lo admitiré. 
- Me lo imaginaba, ¿y cuales con la razones con las que justificas eso? 
- Prff… todas las que quieras. Cuando hay algo que sientes en las entrañas y tienes asimilados ciertos conocimientos puedes justificar cualquier cosa, tienes la batalla verbal ganada de antemano. El sentimiento, las pasiones, la irracionalidad es lo que mueve al mundo a la humanidad, la razón es estática, es el volante que dirige el coche, pero dime ¿de qué te sirve el volante si no tienes un motor? 
- No te sirve, al igual que el motor te llevará a morir en la primera curva si no puedes dirigir esa fuerza motriz. ¿Qué o a quién se supone que odias? 
- Es absurdo que me lo preguntes. Aquí no importa el quién o el qué como objeto, sino el qué como hecho, y el hecho ya te lo he dicho, la odio. 
- Aún no entiendo para qué sirven las conversaciones descontextualizadas, dime, ¿de qué me sirve saber que odias algo o a alguien si no que de qué o de quién se trata? Lo único que me aporta es saber que puedes odiar… aunque claro, teniendo en cuenta que todo el mundo puede, no es una gran aportación. 
- Depende. En este caso a mi me ha servido para desviar el tema de la conversación ¿ves? Ya hemos llegado y aún no conoces la respuesta a mi pregunta. A ti en cambio te ha servido para aprender que se puede responder son otra pregunta sin contestar a lo que te preguntan. Y también para aprender a perseguir lo que buscas, y para ello es necesario no perder la concentración, no perder de vista tu objetivo, eso Asia lo hace muy bien. – Le dije – Yo me bajo aquí, espero que hayas aprendido una lección de vida. 

Alba es muy flexible, apacible, inocente, y eso me encanta. Comprende todas y cada una de mis extrañas necesidades y no le busca razones, “son así porque son así, porque ella es así”, así lo explicó un día a un amigo suyo. Me conoce, en realidad no es que me conozca, sólo Asia llega a intuir mi yo interno, pero Alba conoce lo justo, la parte que yo necesito para sentirme cómoda con ella. Ella es espectadora de mis arrebatos irracionales y dogmáticos, y yo de los suyos. Con ella discuto problemas irreales y hablo de ideas infactibles con la convicción del que da un discurso ante un tribunal de justicia. Es como una dosis de irrealidad, la evasión que todos necesitamos. Encontré el otro día esbozos de ideas, personas, estados, recuerdos… y leí el de Alba entre otros. Es extraño, porque ella siempre representó lo mismo, siempre supuso lo mismo, siempre fue una dosis de irrealidad. Supongo que así lo decidimos mutua y silenciosamente.

Una conducta ensimismada.
M.F.P.

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