lunes, 3 de octubre de 2011

Prólogo

Mi vida es muy sencilla. Vivo en un universo de cuyas leyes sé poco y nada. Tengo una consciencia y capacidad de pensar, que no sé cómo, ni por qué existen, o qué son siquiera. Me levanto y acuesto cada día sin saber si debería hacer algo con el tiempo que se me ha dado, si estamos aquí con un objetivo. No sé que implica estar vivo y dejar de estarlo, existir y dejar de existir, qué es realmente la vida y si hay algo después. Vivo sin vivir porque no sé que implica realmente hacerlo, pero lo hago a mi manera porque esto es mi regalo, mi suerte, mi casualidad y mi condena. 

¿Tengo estrellas? Por supuesto, tengo a mis estrellas, luces que brillan en la densa oscuridad. Todas y cada una de ellas única, y dependiendo del lugar en el que me encuentro al contemplarlas, las tengo más o menos cerca de mí. Me iluminan más o menos, me guían más o menos, me obnubilan más o menos, me hipnotizan más o menos. 

No somos seres objetivos, es una verdad natural y universal. Y cómo no lo somos, cabe esperar que nada de esto lo sea, todo depende del cristal a través del cual se mire. Existen tantas realidades como personas que de ellas participan. Esta es la mía, creada a mi antojo, vislumbrada a mi antojo, hecha a mi medida. Una realidad que no admite cambios a la ligera. Aquí hay claroscuro, hay contradicción, hay odio, hay cariño, sabiduría, hipocresía, autoestima, placer, pesimismo, actitud, opinión, razón y pasiones, y todo eso existe porque aquí hay vida, sólo tienes que saber desenmascararla. 

Escribo no para narrar, no para convencer, no para ser recordada sino para recordar, porque somos nuestros recuerdos. Este va a ser mi regalo, el más grande que he hecho jamás a nadie, el más grande que te he hecho a ti, y el más grande que te han hecho alguna vez. Te voy a regalar 365 días de mi vida, puesto que te voy a regalar reminiscencias y horas, y la vida es eso, el tiempo y los recuerdos que tenemos. 

No sabemos para qué estamos vivos, así que yo voy a dedicar mi vida a esto: A saber, a conocer todo lo habido y por haber. A enamorar, no a una persona puesto que eso no resulta complicado, a enamorar al mundo, los árboles, los ciclistas, el aire, la humanidad, los niños, las sonrisas, las manos, los cuadros, el agua, la vida, la eternidad. Voy a tratar de enamorar a la vida y de enamorarme yo de ella, porque ¿cuál es la diferencia? No se puede enamorar sin estar enamorado, sin conocer el amor. Beber hasta dejar de ser yo, dejar de existir, es el único propósito que tiene, dejar de ser, de pensar, aunque es muy efímero y al volver te encuentras con la misma realidad. Aún así es muy dulce la sensación de no ser. Más que dulces, extraña, desconcertante, atípica, antivital. A leer, leer para sentir, para recordar, para reír, para soñar, para vivir. Y a caminar, voy a dedicarme a caminar. Avanzaré, daré vueltas en círculo, echaré a correr, e incluso me detendré, pero voy a hacer camino. Voy a hacer lo que quiero, porque si tengo un destino da igual lo que haga pues llegaré a él, y si no lo tengo pues habré hecho lo que pretendía. Tengo el cielo estrellado sobre mí y un camino infinito a mis pies, lo tengo todo.

Como la vida misma.
M.F.P.

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