lunes, 2 de abril de 2012

La conducta humana es cuanto menos curiosa. Previsible y sin embargo libre. Un factor clave que suele desencadenar respuestas más o menos regulares es el miedo a perder algo o a alguien. Esa sensación de que puede desaparecer para siempre, y con ello todo lo que le rodea y nos aporta, nos perturba terriblemente. Podemos estar encadenados a una situación eternamente, anclados en un momento y en un punto del camino, y no nos afecta en absoluto, porque buenamente podemos sobrellevar las carencias, lo que sí somos incapaces de dominar es la ausencia. El hecho de conocer, haber tenido y perder después.

Saber que alguien se va, ver que se está yendo, que lo estamos perdiendo, nos produce vértigo, desorientación, desesperación, angustia, acelera nuestro ritmo cardíaco, nuestra respiración, nuestras decisiones y nuestra vida. Muchas veces, el hecho inminente de perder es lo que te da el valor necesario para dar un paso hacia adelante, para romper las cadenas, para liberarte. Ese estado de exaltación te infunde la pizca de valor que te hace falta para saltar al vacío sin saber si hay una cuerda que te sujeta o no. Para ello debemos tener mínimamente claro el hecho de querer saltar. El amor y el miedo a perder hacen despegar los pies de la tierra, caminar a ciegas, saltar al vacío.

Sin embargo, ¿es posible que nuestras cadenas sean tantas y tan resistentes que ni tan siquiera esas dos fuerzas devastadoras (o vitales vaya) por naturaleza nos permita romperlas? ¿es posible que vivamos inmersos en tantos miedos, que seamos incapaces de reaccionar ante otro más? ¿puede ser que nunca saltemos sin antes asegurarnos diez veces de que vamos atados con al menos 3 cuerdas de seguridad?
Y si todo esto puede ser... si en un momento dado alguien es incapaz de hacerlo, yo me pregunto ¿es esa vida? ¿no se caracteriza la vida humana precisamente por lo imprevisible de ella? ¿no es el no saber que va ha pasar lo que nos mantiene expectantes y le da ese punto de sal a la vida? Quiero decir, saber de antemano que va a ocurrir es como ir siempre por el mismo camino, uno que conoces y del que no te vas a perder, pero ¿cuantas cosas te debes de estar perdiendo por no explorar caminos nuevos? Te puedes perder... por supuesto, es el precio a pagar. Pero puede que el perderte sea malo a corto plazo, puede que en ese vagar encuentres lugares que sólo el haberlos visto ya compensa lo demás, y eso en el peor de los casos, porque en el mejor encuentras sitios nuevos, sitios llenos de vida y color, lugares que ni tan siquiera podías imaginar que existían.

Yo creo que una vida en la que quieras conocer el camino antes de recorrerlo no es vida. Porque para mí vivir es precisamente eso, un mapa en blanco, cuyos caminos los hacen tus pies. Ese es el encanto secreto de la vida, el andar a ciegas. Y es precisamente por esto por lo que el amor es una fuerza vital, porque nos hace volver a andar a ciegas cuando perdemos la costumbre de hacerlo. No hay ejemplo más claro para ver esto que la vida en sí, en todas sus etapas. El niño no sabe que se va a quemar si toca el fuego, no sabe que se puede ahogar si se tira al agua, no sabe que va a caer cuando se levanta para caminar por primera vez, no sabe que sale sangre y duele si se corta.... para un niño el mundo es un mapa en blanco, nada conocen de él, todo lo experimentan por ellos mismos, así aprenden, y el miedo a no saber la consecuencia no hace que dejen de llevar a cabo el acto, o el hecho de caerse no hace que dejen de levantarse e intentar caminar. He ahí otra gran verdad del mundo, los niños viven, los adultos se desacostumbran a vivir y se limitan a existir, y en esa existencia a decir que no hay mayor felicidad que la de un niño. No señores, no es que no haya mayor felicidad, es que no hay mayor VIDA. Vida es caerse y volver a levantarse y no pasa nada. No es ninguna tragedia, es ley de vida.


M.F.P.
Ley de vida

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