lunes, 14 de marzo de 2011

Huye.

fotografía: Oliver Twist.
-¿Sabes? No puedo evitar ver que te conviertes en uno de esos adultos que El Principito no consigue entender. Estás entrado de bruces y sin darte cuenta en el encadenante mundo adulto, un mundo sin vida, un mundo sin color, un mundo sin luz. Últimamente estás siempre ocupada, siempre vas con prisas, siempre demasiado práctica, demasiado corriente. Ir siempre con prisas te impide disfrutar de lo que te rodea, lo realmente importante, te impide verlo siquiera, hace que te centres en pautas marcadas, hace que sigas unos pasos predeterminados y caigas inevitablemente en una rutina insufrible. Estar siempre ocupada con cosas banales, sistemáticas, y materiales hace que le cierres inconscientemente la puerta a la vida, por lo menos a una vida consciente. Ya no hay rastro de tu ironía, de tu improvisación, de tu talento, de tu esencia. Yo ya no consigo verla, la metódica rutina de la masa que arrastra a todo aquel que baja la guardia, la inhibe, la entierra, no le deja ver la luz. Tienes que volver a ser tú, esa Asia que yo conocí un día, esa Asia risueña que no se dejaba atrapar por la multitud, esa Asia que por mucho que la sinrazón del mundo la persiguiera, siempre le ganaba la carrera, siempre huía y traía consigo ahí a donde fuera una brisa de aire fresco, un aire puro que permitía volver a respirar, un aire que renovaba la asfixiante atmósfera que lo rodea todo.
- No puedes imaginar cuánto me duele oír todo esto, que tú me lo digas.
- No puedes ni imaginarte lo que a mi me supone verlo día a día y no poder hacer nada.
- Ayúdame.
- No se puede enseñar el camino a alguien que no se deja guiar, aún así estaré ahí, susurrando en la distancia, gritando cuando el ruido del mundo quiera ahogar mi voz, lucharé hasta que mi garganta muera, lucharé hasta el fin, lucharé por ti, lucharé porque el mundo no pierda a una de sus más brillantes estrellas. En realidad me da igual el mundo, lucharé porque yo no quiero perder a una de mis más brillantes estrellas.
- Empiezo a oír la voz, es firme y suena a vida.
- Síguela. Huye y no dejes que la masa te atrape. La voz te indicará el camino, pero tendrás que ser tú quien se enfrente a todo e intente seguirlo.
- No te veo.
- Yo sigo aquí, pero ya no sabes cómo mirar. Vuelve, te echo de menos.
- Espérame.

La perplejidad del ser.
M.F.P.

No hay comentarios:

Publicar un comentario